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De Leonardo a Leonardo: de Da Vinci a Torres Quevedo

Inventos, innovaciones, patentes, modelos de utilidad... Desde una perspectiva histórica, España ha sido un país original y talentoso en cuanto al desarrollo de útiles, artilugios y bienes de servicio. Pero, ¿somos conscientes hoy del lugar que ocupamos en Europa en materia de innovación? Mucho me temo que no.

  • Ismael Gaona

De Leonardo a Leonardo. De Da Vinci al patrio Torres Quevedo. Del Renacimiento a la Edad moderna. De inventor a inventor, de innovador a innovador. Nuestro país puede presumir de haber puesto en el top ten de las genialidades de la historia inventos como la fregona, la jeringuilla desechable, el autogiro o el submarino, entre otros muchos. Fe, creencia y, sobre todo, constancia para prender la chispa adecuada. Pero claro, como comentara hace unos años en una entrevista el malogrado Manuel Jalón Corominas, padre de la fregona, “no es lo mismo inventar que innovar. Inventar es crear algo nuevo que antes no existía, mientras que innovar es la aplicación práctica de los inventos y para salir de la crisis no hay que inventar, sino innovar”. “La innovación, a diferencia de la investigación, necesariamente tiene que tener un beneficio y un éxito comercial, que se conseguirá mejorando un producto ya existente y no inventándolo”. En una especie de masterclass, Jalón hizo la siguiente reflexión: Innovar y tener éxito con una innovación es muy sencillo. Simplemente hay que hacer alguna modificación a un artículo ya conocido. Lo difícil es inventar, porque es caro y costoso y genera beneficios a largo tiempo. Por lo tanto, lo que tenemos que hacer en esta coyuntura económica es innovar, que tiene efectos inmediatos”.

 

 

“No podemos relajarnos”. Y nadie afronta una pandemia o una crisis del ladrillo o energética con tisanas o valerianas porque la innovación y la relajación no se entienden. Precisamente, este “no podemos relajarnos” lo pronunció recientemente el Jefe del Estado, Felipe VI, en el Círculo de Economía de Barcelona ante empresarios, políticos, periodistas, etcétera. “España no puede quedarse atrás”, señaló el monarca, que hizo una referencia explícita a la innovación, pero también a otras cuestiones como las consecuencias de la pandemia de Covid-19, “la revolución tecnológica, el debate energético, el reto medioambiental o el futuro de Europa”. Según el monarca, “las soluciones a los desafíos de nuestro tiempo requieren de un extraordinario esfuerzo y colaboración de nuestra sociedad, en los ámbitos públicos y privados”. Por ello, exigió a todas las partes a colaborar y ser responsables. Para conseguirlo, hizo referencia a valores como “la motivación, la determinación, la iniciativa y la responsabilidad social corporativa”. Asimismo, pidió “el máximo de energía, de voluntad y de conciencia, empresarial y social, para salir adelante e incluso aprovechar bien las ventajas que puedan generar nuestro talento, nuestro ingenio, nuestra apertura y nuestra vitalidad social”. Entre los retos más importantes citó la innovación, el espíritu emprendedor y la búsqueda de oportunidades. El reto, según dijo el Rey, es poner en valor la innovación pero también una determinada “cultura, en su amplio sentido antropológico”. El objetivo debe ser “fomentar la innovación en el sector económico y contribuir a la competitividad del país”, agregó.

 

EUROPEAN INNOVATION SCOREBOARD

El que suscribe este artículo no puede estar más de acuerdo con las palabras de Jalón y de Don Felipe. ¿Pero qué dicen hoy los datos fríos, los indicadores sobre innovación de nuestro país? Bueno, pues que estos nos dejan en una posición comprometida. Y como muestra, no más reciente pero sí significativa, la encontramos en el European Innovation Scoreboard 2021, publicado en junio del pasado año por la Comisión Europea, y que nos sitúa en el puesto 16 de 27, dos más abajo que en 2020, tras ser adelantada por Eslovenia, Italia y Malta y pese a superar a Portugal.

 

Según este informe, España se mantuvo en la categoría de innovador moderado, la tercera de las cuatro en las que se clasifican los países, quedando un año más sin ascender al siguiente nivel: ‘innovador fuerte’. Cuando esta revista esté en sus manos, probablemente tengamos las cifras del informe para 2022. “España está marcando un descenso constante. Yo diría que España se desconecta de la carrera tecnológica internacional con la crisis financiera de 2008. España lo recorta todo. De hecho, Ángela Merkel nos pidió que recortáramos todos los esfuerzos públicos posibles, pero también recortamos los de I+D, y eso seguramente nos pasó factura. En los últimos diez-doce años, España no se ha movido en sus indicadores de innovación; eso significa que los demás países, que progresan, nos están superando. Por ejemplo, Malta, Eslovenia e Italia nos superan en capacidad innovadora. Estamos ya en la posición 16 de los 27 países de la UE. Por tanto, el diagnóstico es que hay que apretar el acelerador rápidamente”, ha subrayado Xavier Ferrás, decano asociado del Bachelor in Transformational Business and Social Impact de Esade.

 

 

ESPAÑA VS PORTUGAL

Para ver de forma pormenorizada esta situación, y a la espera de una nueva entrega del ilustrativo documento europeo, el Observatorio Social de la Fundación la Caixa publicó recientemente el informe Investigación e innovación en España y Portugal, que cuenta con valiosísimas colaboraciones. Dentro de sus 52 páginas nos quedamos con el trabajo Los recursos humanos para la investigación en España y Portugal, de los investigadores Luis Sanz Menéndez, del Instituto de Políticas Públicas del CSIC, y Tiago Santos Pereira, de la Universidad de Coimbra (Portugal); y Los vínculos ciencia-empresa en España y Portugal: ¿un potencial de innovación sin explotar?, por Manuel M. Godinho, José Guimón, Catalina Martínez y Joana Mendonça, donde se dan respuestas a múltiples cuestiones. 

 

De entrada, el editorial ofrece destellos importantes sobre las necesidades de innovación para el desarrollo. “La pandemia de la Covid-19 ofrece una oportunidad única para comprender cómo el sistema científico y tecnológico puede dar respuestas a las dificultades que afronta la humanidad. Impulsar el conocimiento promueve la competitividad, el crecimiento económico y el bienestar. Aunque la generación de conocimiento es una herramienta clave para el progreso, el ecosistema de la investigación y la innovación presenta múltiples retos. Los más relevantes son los relacionados con la formación, con los vínculos ciencia-empresa y con la financiación. En una realidad global donde el capital humano marca la agenda del desarrollo, es importante facilitar las oportunidades formativas y laborales de los científicos”. Pues bien, este capital humano definidor está bien analizado en el estudio Recursos humanos para la investigación en España y Portugal. De entrada, nuestro país sigue por detrás de sus socios comunitarios en cuanto a investigación e innovación científica. “Tanto en el número de científicos que generamos como en la relación entre el conocimiento de vanguardia y la empresa, estamos estancados”, subrayan los autores.

 

A través de sus páginas, Sanz y Santos realizan una radiografía de la vinculación entre el sector privado y la investigación e innovación en los dos países, tanto en España como en Portugal. “La limitada implicación del sector privado en la investigación sigue siendo un desafío en España, al igual que las precarias condiciones de trabajo de los investigadores y la falta de oportunidades laborales en el ámbito empresarial”, comentan en el estudio.

 

Para los investigadores, la participación de España en el total de investigadores de la UE-27 ha disminuido en los últimos diez años, por lo que el principal reto consiste en aumentar el número de investigadores que trabajan en el sector privado, dado que la I+D en la empresa impulsa la innovación. “Los gastos del sector privado en I+D y la contratación de investigadores en el mundo de la empresa están interrelacionados y dependen de las estructuras industriales de cada país. En este sentido, España se está quedando rezagada respecto a sus socios europeos, ya que la mayoría de los investigadores aún trabajan en el sector público”.

 

Para Sanz y Santos hay un motivo: “Esto se debe a que, tradicionalmente, el sector público de la investigación se ha caracterizado por unas condiciones laborales más estables. Sin embargo, la creciente precariedad de los puestos de trabajo para investigadores posdoctorales en el mundo académico implica que las oportunidades fuera de este ámbito pueden brindar mejores perspectivas. Además, las mujeres se ven desproporcionadamente afectadas por estas condiciones y muchas terminan por abandonar el mundo académico”. 

 

El desafío de incrementar el número de investigadores empleados en el sector privado resulta evidente al constatar que la inversión empresarial en I+D (BERD) como porcentaje del PIB en España equivale aproximadamente a la mitad de la media de la EU-27. E incluso la media de la EU-27, que representa el 1,67 % del PIB, es muy inferior a la de los principales competidores de Europa, como Estados Unidos (2,05 %) y Japón (2,60 %). 

 

Todo ello revela la importancia de reforzar las políticas centradas en la demanda para mejorar la base de conocimientos de la economía. Ello es especialmente importante si se considera en paralelo a los resultados de la formación superior (graduados y doctorados), en la que España ha mejorado de forma significativa. 

 

Con todo, existe el riesgo de que los desequilibrios entre la oferta y la demanda de investigadores obliguen a los trabajadores de alta cualificación a emigrar si no logran encontrar oportunidades de desarrollo profesional en su país. Este fenómeno ya se produjo, en cierta medida, tras la crisis financiera mundial de 2008. Las políticas de recuperación tras la pandemia de Covid-19, que también ha afectado al sistema de investigación e innovación, constituirán una excelente oportunidad para mejorar la demanda de recursos humanos en ciencia y tecnología. Estas políticas son fundamentales para garantizar que España no deba enfrentarse continuamente a una fuga de cerebros. 

 

 

¿UN POTENCIAL SIN EXPLOTAR?

El segundo estudio publicado en el dossier, Los vínculos ciencia-empresa en España y Portugal: ¿un potencial de innovación sin explotar? evidencia que los vínculos entre ciencia y empresa en España son más débiles que en otras economías más avanzadas de la Unión Europea. 

 

“España y Portugal van a la zaga de las economías europeas más avanzadas con respecto a los indicadores clave en materia de vínculos ciencia-empresa, tales como la generación de patentes por parte de universidades y organismos públicos de investigación, las copublicaciones público-privadas, la financiación privada de investigación y desarrollo (I+D) en la enseñanza superior, y la movilidad de los doctorados hacia el sector industrial.

 

Precisamente, una forma de medir el impacto previsto de la investigación académica en la innovación es “analizar las patentes generadas por universidades y organismos públ icos de investigación”. Y, en este sentido, en España, la proporción de patentes generadas por el sector empresarial es inferior a la media europea. Además, España debe afrontar el reto de la limitada empleabilidad de los doctorados en el sector privado, ya que menos del 6% de los mismos trabaja en empresas privadas.

 

Además de las patentes, otro indicador que puede emplearse para medir los vínculos ciencia-empresa es el número de artículos científicos publicados por coautores de instituciones públicas y privadas. En este indicador, tanto España como Portugal se sitúan significativamente por debajo de la media de la EU-27.

 

En 2018, se registraron 44 copublicaciones públicoprivadas por millón de habitantes en Portugal y 53 en España, mientras que la media de la EU-27 fue de 91, y la cifra aumentó hasta 149 en el caso de Alemania. No obstante, se observa una tendencia positiva en ambos países, con un aumento, entre el 2012 y el 2018, del 30% en Portugal y del 14% en España, frente a un incremento medio del 13% en el conjunto de la EU-27.

 

“A diferencia del indicador de patentes, el indicador de copublicaciones resulta muy útil para comprender la cooperación ciencia-empresa en el ámbito de la investigación académica; con todo, dadas sus limitaciones, conviene utilizarlo con precaución. Las copublicaciones son colaboraciones cuyos resultados se comparten con la comunidad académica en revistas científicas, mientras que los vínculos ciencia-empresa suelen traducirse en conocimientos de acceso restringido, protegidos por patentes, contratos y acuerdos de confidencialidad”, subrayan los autores. 

 

Y aunque la tendencia hacia una ciencia más abierta también se está manifestando en el campo de los vínculos ciencia-empresa, las copublicaciones público-privadas siguen siendo limitadas. El dossier hace referencia al papel de las instituciones académicas por su contribución a la investigación e innovación empresarial mediante la formación de investigadores. 

 

Así las cosas, los datos del 2017 revelan que el 0,7% de la población portuguesa de edades comprendidas entre los 25 y 64 años y el 0,75% de la española estaban en posesión de un doctorado. Estos porcentajes equivalen aproximadamente a la mitad del de Alemania, situándose también muy por debajo de las cifras de países como Austria, Finlandia y Francia. Además, un desafío al que deben enfrentarse tanto España como Portugal es la limitada movilidad de los doctorados hacia el sector privado. Según las últimas cifras de la base de datos de la OCDE sobre la evolución de la carrera profesional de los doctorados, en España y Portugal únicamente cerca del 6% de los doctorados trabajan en empresas privadas. Para afrontar este desafío, ambos países han implantado recientemente nuevos instrumentos de política pública con miras a promover la movilidad de los doctorados hacia el sector privado.

 

Por último, y a modo de conclusión, el estudio destaca que, en los próximos años, la colaboración entre ciencia y empresa, y las asociaciones público-privadas serán cruciales para que España pueda absorber de forma eficiente los nuevos flujos de financiación europeos que estarán disponibles en el marco del plan de recuperación para Europa Next Generation EU, de la Comisión Europea. 

 

MÁS CIENCIA

Andrew W. Wyckoff, director de Ciencia, Tecnología e Innovación de la OCDE, considera en una entrevista realizada por el periodista Xavier Aguilar, que hay que ser optimistas. “Debemos serlo. Si miramos qué ha sucedido durante la pandemia de la Covid-19, veremos que el sistema científico y tecnológico se ha movilizado, se ha vigorizado y ha dado respuestas a las dificultades planteadas, a pesar de trabajar bajo circunstancias muy duras. Los gobiernos también han trabajado codo a codo con las empresas, han dedicado muchos recursos y han redoblado los esfuerzos en I+D. Se ha demostrado que la inversión continua y a largo plazo en investigación tenía sentido. Esto es lo que debe hacer el sector público. La investigación no se puede encender y apagar como si nada”, ha subrayado.

 


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